Una historia que une pasión y herencia


Dos grandes ingredientes abonan la historia de El Relator Wines: la amistad de sus socios fundadores, Fernando “Flaco” Gabrielli y Pepe Reginato, y la historia personal de Gabrielli, íntimamente unida al vino pero también al turf. 

La familia de Fernando fue propietaria de la  Bodega Gabrielli - Baldini pero, en principio, él dedicó su vida a otro campo: hace casi tres décadas que relata las carreras de caballos en el Hipódromo de Mendoza. 

Sin embargo, eventualmente la herencia pesó y, en el 2013, decidió comenzar a crear vinos. Hoy, El Relator Wines cuenta con 15 etiquetas, ocho de las cuales son espumantes, la gran especialidad de Reginato. 

-¿Qué te llevó a finalmente seguir la tradición familiar y comenzar a hacer vino?

FG: Nos criamos un poco dentro del mundo del vino, acompañando a mi padre a las fincas de la familia y escuchando anécdotas e historias de mi abuelo. Toda la vida en la familia el vino estuvo en la mesa. Es una tradición y una costumbre de los Gabrielli: mi abuelo fue un gran enólogo de Mendoza y mi padre dice que fue el primero en hacer un Cabernet Sauvignon 100 % en Argentina. Todo eso estaba y está en mi cabeza. 

Hasta que un día comencé a soñar con que podría retomar esa tradición familiar de hacer vinos. Pepe Reginato, hoy mi socio en Relator, fue quien me empujó a hacerlo. Todo empezó casi como un juego y hoy es un estilo de vida.

-Ustedes describen a sus vinos como "vinos de sed". ¿Cómo definirían este concepto y de qué manera se transmite en sus productos?

FG: Nosotros intentamos hacer vinos como nos gusta tomarlos. Creo que esa es la mejor forma de transmitir lo que hacemos. Esos vinos son bajos en alcohol, de cosechas medianamente tempranas y con poca madera en su elaboración. Es una búsqueda.

Llevamos 10 años en esto, creo que siempre vamos a estar detrás de seguir perfeccionando lo que hacemos, y sobre todo intentando ser consistentes en este concepto de hacer “vinos de sed”. Que no significa mucho más que vinos fáciles de beber. 

-La historia de El Relator está ineludiblemente unida al turf. ¿Qué similitudes hay entre ese universo y el del vino?

FG: Personalmente creo que son dos mundos de mucha pasión. Comencé a relatar las carreras en el Hipódromo de Mendoza en el año 1994, pero voy a las carreras desde que tengo uso de razón. Hay mucho de mi vida en los caballos. 

Eso fue lo que nos transmitieron mi abuelo y mi padre: amor por el vino y por los caballos de carreras. Creo que en ambas actividades hay mucho corazón, por lo menos así lo vivo desde muy chiquito. Haber podido unir estas dos pasiones en El Relator, es mucho más que un sueño. 

-¿Cómo se instrumenta tu ida y vuelta de trabajo cotidiano con Pepe Reginato?

FG: Trabajamos codo a codo todos los días. Primero fuimos amigos y luego conformamos una sociedad laboral. Hoy somos mucho más que amigos y realmente nos llevamos muy bien. Creo que nos complementamos. 

Cada uno tiene su rol y labor en este proyecto, las responsabilidades están muy claras. Pero sobre todo nos queremos y respetamos, que es lo más importante en cualquier orden de la vida. 

El proyecto nació como un juego en 2013 y hoy producimos 100.000 litros de vino por año. Para mí, profesionalmente hablando, fue como volver a nacer. El mundo del vino es realmente maravilloso.

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