Creciendo de la mano de Michel Rolland


Parte de Clos de los Siete, la bodega Rolland fue fundada en Mendoza por el legendario consultor enológico Michel Rolland y su familia, junto a quienes también lleva adelante, en Francia, la bodega Château Fontenil en Fronsac y el laboratorio Rolland en Pomerol.

En el esquema laboral de los Rolland en Argentina, el enólogo Rodolfo Vallebella es pieza clave, encargándose de supervisar la elaboración de los vinos con las etiquetas Mariflor y Val de Flores como insignia. Aquí, dialogamos con él sobre su visión y filosofía de trabajo.

-¿Cómo describirías tu visión y trabajo del vino?

RV: Es muy lindo poder trabajar en lo que a uno le apasiona. Personalmente, considero que es fruto del esfuerzo cotidiano de poder hacer lo que hago.

Por otro lado, por ponerle algún nombre, hay un poco de “suerte” al poder trabajar produciendo vinos que se elaboran con uvas 100% propias, que podemos seguir desde la poda hasta la cosecha día a día. Eso es el 90%, luego el otro 10% lo hacemos en bodega. Esto fue todo pensado por los inversores, no fue fruto del azar.

Además, se suma trabajar con la familia Rolland en general, pero puntualmente en la parte enológica con Michel Rolland desde hace más de 20 años. Es una vara muy alta, donde la calidad no se negocia.

También estoy muy feliz de trabajar con mi esposa, Magdalena, que se encarga de la gerencia general, y con un gran equipo detrás. Sin ellos, todo lo anterior no sería posible.

- En la cotidianidad, ¿cómo se desenvuelve el ida y vuelta en la toma de decisiones entre vos y la familia Rolland?

RV: Es una empresa familiar donde todos están involucrados. Por ello siempre hablo de la “bodega de la familia Rolland”.

Trabajamos mucho en las decisiones con la segunda generación. En mi caso, junto a Stéphanie Rolland, hija mayor de Michel y Dany, con quien tenemos trato cotidiano, una excelente relación y mucho trabajo en equipo. Ella es un pilar fundamental en todo esto.

Y, por supuesto, trabajar la parte técnica junto a Michel es todo un desafío. Es mi maestro, con él aprendí mucho, no sólo de enología sino también de cómo gerenciar una empresa. Empezamos junto a ellos muy jóvenes, así que fue una gran ayuda.

- ¿Cuáles considerás que fueron las principales enseñanzas que tomaste de Michel Rolland?

RV: En primer lugar, a hacer vino. Siempre recuerdo que en la primera bodega que trabajé en Mendoza, en el primer día de trabajo me dieron un guardapolvo blanco, inmaculado. Cuando llegué a Bordeaux, Francia, para hacer mi primera vendimia junto a la familia, me recibieron de la mejor manera pero el primer día me dieron un par de botas para caminar la viña, para trabajar en la bodega, ensuciarme las manos, hacer remontajes y cosechar.

Ahí aprendí lo más importante al ver a todos involucrados, que es la pasión por el vino. Es algo que me quedó grabado a fuego, no puedo dejar de vivir mi trabajo así y trato de inculcarlo a cada una de las personas de nuestro equipo de viñedo y bodega. Se puede hacer vino, pero debemos sentir el vino.

Aprendí también muchas otras cosas: la calidad, el detalle, la higiene en la bodega, ser parte de Clos de los Siete, una realidad única con cuatro enólogos, Michel y un gran equipo. Cosas que no se negocian y dan placer.

- ¿Existen puntos en contacto entre los estilos de Mariflor y Val de Flores de este lado del Atlántico, y Fontenil del otro?

RV: Prefiero no hablar de un estilo, creo que en cada lugar tratamos de extraer lo mejor de cada terroir, exprimir al máximo Pomerol, Fronsac, Mariflor o Val de Flores. Entre estos dos vinos hay también grandes diferencias.

Creo que tratar de imitar un Merlot de Fontenil con una uva Merlot de aquí, además de imposible, sería un gran error. Nunca lo lograría, hay que pararse de cada lado del charco y hacer lo mejor que nos da ese terroir.

Puede sonar reiterativo, pero si hay puntos de contacto son la mejor materia prima, el trabajo y seguimiento del viñedo, la higiene y respeto a cada variedad en la bodega. Pero el punto principal, sin dudas, es la pasión por hacer vino junto a cada uno de los que cada día son parte de esta gran familia, sea en viña o bodega. Creo que es una gran fortaleza en nuestro día a día.

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