Por Alejandro Martínez
Dueño de una sonrisa inconfundible. Un solidario nato; un
distinto; un humilde que no pudo evitar ser protagonista
Una
sala colmada de gente, en una feria más de las tantas. Alguien del público se
acerca al stand. Sin dejar de sonreír, saluda cordialmente, y comienza una
afable conversación. Entre tanto, va tomando fotos, una por una, a cada
etiqueta de vino que va degustando. Se sabe que es un entendido, un curioso, un
apasionado. Se despide con la misma sonrisa, pero antes te hace sentir
protagonista, y te pregunta, ¿me puedo sacar una foto con vos?
Esas
personas que te dejan algo al primer contacto. Alguien al que le resulta fácil
incidir de manera positiva en el otro, tal vez por un don, o quizás por vivir
con el foco en lo importante.
Pensar
que cada minuto cuenta para dejar algo y trascender. Ser consciente de que cada
copa puede ser la última; saber que nadie tiene el tiempo comprado, y que solo
somos un instante en este mundo, es tal vez la razón de asumir el desafío de
vivir intensamente. Así era Fernando Armesto, profesional en el arte de vivir,
Sommelier, Profesor, Periodista, Esposo y Amigo, que el pasado viernes 13 de
abril cambió su manera de existir.
Nos
dejó un legado que se reflejó en las redes, como un gran álbum que muestra su
vida compartida, y el afecto que dispensaba tan generosamente a quienes se le presentaban
en su camino.
Cantidades
inéditas de momentos congelados con tantas personas y paisajes recorridos. Dueño
de una sonrisa inconfundible. Un solidario nato; un distinto; un humilde que no
pudo evitar ser protagonista.
Hizo
grandes aportes a la sommellerie Argentina. Era miembro de la Comisión Directiva
de nuestra Asociación, compañero siempre predispuesto para lo que hiciera
falta. Docente en la Escuela Argentina de Vinos, donde enseñó contenidos
reforzados con humildad, pasión y humanidad. Valores que transmitió a sus
alumnos, y que nos hacen tan bien para
enaltecer nuestra profesión. Gracias Fer por tanta entrega. Salud por siempre.