Variedades Criollas: Conservación y puesta en valor del patrimonio genético y cultural


Por: Jorge A. Prieto, Santiago Sari, Gustavo Aliquó, Martín Fanzone, Rocío Torres, Elena Palazzo, Simón Tornello 

Introducción

La vid es uno de los cultivos frutales más importantes del mundo, abarcando más de 7 millones de ha cultivadas en todo el mundo. Actualmente, existen cerca de 6000 variedades cultivadas en climas diversos con distintos fines productivos (vino, consumo en fresco, pasa) o para investigación. Esta alta diversidad genética está asociada a distintas características tales como resistencia al frío, sequía y salinidad, tamaño de baya, fecha de cosecha, composición química de la uva, entre otros. Esta marcada diversidad ha posibilitado en gran medida el cultivo exitoso de la vid en los climas más dispares, desde zonas tropicales a desérticas.

A pesar de esta vasta diversidad genética disponible, se ha generalizado en todo el mundo a partir de los años 80 del siglo pasado, el cultivo de algunas pocas variedades, en su mayoría francesas. Es así que, en la actualidad, más del 30% de la superficie cultivada con vid globalmente corresponde sólo a 13 variedades diferentes. Sin embargo, estos últimos años, las nuevas tendencias en el consumo, la búsqueda de una mayor diversidad de productos, y la necesidad de hacer frente a nuevos desafíos como el cambio climático, ha promovido un resurgimiento de las variedades locales y minoritarias. En consecuencia, en distintos países se están llevando a cabo acciones tendientes a su conservación, caracterización y puesta en valor. 


Un poco de historia

En Latinoamérica, las primeras plantas de vid fueron introducidas por los colonizadores españoles a inicios del siglo XVI y pocos años más tarde (en 1557) se introducen las primeras plantas a Argentina. La principal variedad introducida fue Listán Prieto, la cual es cultivada actualmente en casi todos los países de Latinoamérica, conocida con distintos nombres: Criolla Chica en Argentina, Uva País en Chile, Criolla Corriente en Perú, Misionera en Bolivia, Misión en México. Algunos años más tarde, se introducen otras variedades cómo Moscatel de Alejandría, Moscatel de Grano Menudo y Mollar Cano, entre otras. A lo largo de casi 500 años de cultivo, estas variedades fueron originando, a través de cruzamientos espontáneos entre ellas, a las variedades denominadas criollas. Estudios moleculares han podido demostrar que la mayoría de las criollas provienen de cruzamientos entre Listán Prieto y Moscatel de Alejandría. El Listán Prieto fue la principal variedad cultivada hasta bien avanzado el siglo XIX y aún se encuentra en nuestro país en viñedos de más de 150 años. Recientemente, resultados de nuestro Grupo de Recursos Genéticos de Vid, han demostrado que además de estas dos cepas fundacionales, otras variedades también participaron en el proceso de formación de variedades criollas, como el Moscatel de Grano Pequeño o el Malbec. Por lo tanto, la diversidad genética existente dentro de las criollas, es mayor a lo que previamente se pensaba hasta hace algunos años. 


Diversidad genética en Argentina

Las criollas más conocidas en nuestro país son Cereza, Criolla Grande, Criolla Chica (sinónimo de Listán Prieto), Torrontés Riojano, Moscatel Rosado, Pedro Giménez. Estas variedades ocupan cerca del 30% de la superficie cultivada. Salvo probablemente el Torrontés Riojano, se cultivan para producir masivamente vinos sin ninguna diferenciación y también mosto concentrado. Estos últimos años existe una tendencia a la revalorización de alguna de estas variedades dando una mayor atención a su cultivo, elaboración y comunicación. Además de estas variedades conocidas, existe otro grupo de variedades criollas menos difundidas y desconocidas en el medio. Algunas de estas variedades provienen de una gira de colecta de material realizada por los ingenieros Vega y Gonzáles en el año 1949 y cuyo material fue conservado en la colección de vides de la EEA Mendoza del INTA (fundada en 1948). Otra gran parte de estas variedades fueron rescatadas por nuestro grupo luego de recorrer viñedos antiguos de distintas provincias del Oeste Argentino recuperando material. Gran parte de estos genotipos son desconocidos hasta el momento. Es así que hemos podido recuperar casi 50 variedades criollas, cada una con características diferentes (Figura 1). Estas variedades se encuentran implantadas en la colección de vides criollas y coloniales de la EEA Mendoza, la cual constituye un patrimonio vitícola único en nuestro país. 



Figura 1. Árbol genealógico y relaciones parentales de las variedades criollas de Argentina. En rojo se muestra variedades europeas que actuaron como progenitores.


Algunas variedades evaluadas

Entre las variedades criollas que se están evaluando, hemos encontrado algunas que tienen potencial enológico para la elaboración de vinos tranquilos o espumosos. Entre las variedades que tienen potencial para la elaboración de vinos tintos, podemos mencionar la Criolla Chica y sus diversos clones, la Criolla n°1 y la Balsamina Patagónica y Ferra. Para la elaboración de vinos blancos se puede destacar la Canela, Uva Anís, Pedro Giménez, Moscatel Amarillo, Moscatel Blanco o Blanca Oval. Entre las variedades para vino rosado se destaca el Moscatel Rosado y Canela. 


¿Qué aportan las criollas?

Indiscutiblemente, Argentina tiene ganado su lugar en el mundo gracias al Malbec, a su versatilidad para ser cultivado y dar grandes vinos en distintos suelos y con distintas condiciones ambientales. Si bien Argentina tiene más de 450 años de historia vitivinícola, la comunicación enfatiza como punto de quiebre la introducción de las variedades francesas por el agrónomo francés Michel Pouget a mediados del siglo XIX. Creemos que la historia “no contada” de las variedades criollas desde la colonia, su proceso de formación, de selección, su olvido y resurgimiento, su valorización, complementan y enriquecen la historia conocida. La elaboración de productos únicos a partir de estas variedades, respetando todos los estándares de calidad, permitiría agregar valor, generar identidad y diferenciarse en los distintos mercados. Paralelamente, estas variedades permiten la elaboración de vinos “fáciles de tomar”, con menor contenido de alcohol, aromáticos y agradables y pueden ser una oportunidad para atraer consumidores en el mercado interno.

Por otro lado, la conservación y caracterización del germoplasma propio es una ventaja estratégica. Además de su posible potencial enológico, “los genes” conservados permiten el desarrollo de planes de mejoramiento de largo plazo que den lugar a nuevo material con características seleccionadas (por ejemplo: resistencia a enfermedades, sequía, salinidad, alta temperatura, etc.). Programas como esos, están siendo llevado adelante en países donde el financiamiento permite el desarrollo de planes de largo alcance.


Link a charlas de interés

El año 2020 se realizaron las primeras Jornadas Latinoamericanas de Vinos y Variedades Patrimoniales. Las jornadas se trasmitieron por el canal de Youtube del Centro Regional Mendoza-San Juan del INTA y se encuentran disponibles. Las charlas abarcaron distintos temas relacionados a las variedades criollas en Latinoamérica. Las charlas si bien estuvieron destinada a productores, sommeliers, enólogos, ingenieros agrónomos, son de interés general.

1. Diversidad genética en Latinoamérica: https://www.youtube.com/watch?v=Ykv-R99vAsQ  

2. Historia de la Vitivinicultura: https://www.youtube.com/watch?v=kbZdhHP4n4Q  

3. Sanidad y factores abióticos: https://www.youtube.com/watch?v=wN3jqaB9oJc  

4. Diversificación y desarrollo de nuevos productos: https://www.youtube.com/watch?v=-0s6x-LiKwg  

5. Visiones, experiencias y perspectivas comerciales de las variedades criollas: https://www.youtube.com/watch?v=mNrubyuNz4o 

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