Diversidad en la viticultura argentina


Por Guillermo Corona

Los horizontes del vino se han extendido en las últimas dos décadas hacia regiones de extremos, donde hasta el día de hoy no es sorpresa escuchar sobre viñas plantadas en algunos de esos rincones de la amplia geografía nacional. Este fenómeno no es sólo nacional, sino que también a nivel local, en provincias productoras históricas como Mendoza o San Juan se está yendo a lugares considerados inhóspitos. 


Cuyo

En Mendoza este fenómeno de ampliación en la diversidad de lugares comenzó en el valle de Uco con la búsqueda de altura y frío que aportaban los terrenos más cercanos a las montañas. Esto llevó al desarrollo de sectores ahora conocidos, como Gualtallary, San Pablo o Los Chacayes. Este fenómeno continúa hasta el día de hoy, donde año a año se supera la barrera de la mayor altura cultivada en el valle. En los últimos cinco años, el foco se ha puesto en el sector más norte y elevado del valle; La Carrera. Allí las alturas superan fácilmente los 2000 mnsm y el altísimo riesgo de heladas es la principal preocupación. 

Otros sectores de la provincia también se han visto beneficiados con la plantación de viñas en los últimos años. Cabe mencionar la nueva región del Valle de Canota, el piedemonte mendocino en la zona del Challao, Potrerillos, Uspallata e inclusive en lo que se conoce como “Alto Agrelo”. En este último sector, hace 20 años no existían viñas y ahora  hay más de 1000 hectáreas. En el sur de la provincia la tendencia es la misma, con las primeras viñas en el pedemonte sanrafaelino plantadas hace 10 años, y luego en la sierra Pintada, El Sosneado e inclusive con un ensayo en el último departamento (partido) sin viñedos que quedaba de la provincia: Malargüe. 

San Juan busca a su ritmo transformarse en un productor de alta calidad. La aparición del increíble Valle de Pedernal fue un gran acierto y la continuación norte, La Ciénaga. Otro sector de extremo interés es lo que sucede en el Valle de Calingasta, donde existe vitivinicultura desde hace décadas pero lentamente está saliendo del letargo que la tuvo sumergida. En los últimos años la aparición de viñedos en sus extremos (Puchuzun y Barreal) o en La Puntilla hicieron que la región duplicara su superficie cultivada rápidamente y eso atrajo la atención de muchos. 


NOA

Es de las regiones tradicionales, la que más avanzó hacia los límites de lo posible. En los valles calchaquíes la vitivinicultura se expandió por los múltiples valles que descienden desde los macizos del oeste. Sectores como el Valle de Pucará, Tacuil, Luracatao, Molinos o Cachi eran totalmente desconocidos para los amantes del vino hace apenas años. El extremo de la experimentación se encuentra camino arriba de Pagoyasta, con viñas plantadas a más de 3100 msnm. 

Quien sin dudas ha sido la revelación de los últimos años es Jujuy, con sus viñedos sectorizados en dos grandes regiones de extremos; los valles templados y la quebrada de Humahuaca. El primero con un clima templado subtropical permite que se coseche tan temprano como diciembre y el segundo con sus alturas entre 2000 y los 3300 msnm lo hace una región tan fresca que son de las últimas en cosecharse en el país, hacia finales de abril o mayo.


Córdoba

Si nos vamos a la provincia mediterránea, vamos a encontrarnos con grandes sorpresas. Allí la vitivinicultura se desarrolló desde la época de la colonia y se afianzó con la llegada de inmigrantes italianos en lo que ahora es Caroya. En los últimos 10 años ha retomado un gran impulso con la aparición de viñedos en todas las regiones fitogeográficas de la provincia, desde las serranías norte de San Pedro Norte e Ischilín hasta el árido noreste con Quilino y sus viñas de las salinas. En actualidad hay dos polos de desarrollo muy marcados y son los valles de Traslasierra y Calamuchita. Ambos están separados por las sierras Grandes y el majestuoso Champaquí, que imprime el clima de cada lado. Allí los viñedos trepan hasta los 1200 msnm y se pueden encontrar diferencias marcadas entre uno y otro sector. 


Centro

Buenos Aires es de todas las provincias, la que ha experimentado la mayor y más silenciosa revolución vitivinícola. La aparición de viñedos va desde San Nicolás hasta Carmen de Patagones, ambos puntos extremos de tan amplia geografía. Pero la principal atención se centra en los viñedos oceánicos desde Chapadmalal hasta Bahía Blanca y de los viñedos serranos de la zona de Tandil y Villa Ventana. El clima frío de la zona le imprime características únicas que los hace diferenciarse del resto del país. 


Patagonia

En la inmensa vastedad del sector sur argentino están sucediendo cosas muy interesantes. Neuquén tuvo un abrupto crecimiento en los 2000 con el desarrollo de San Patricio del Chañar, pero en el último tiempo los proyectos crecen a lo largo de su amplia geografía. En el montañoso y frio noroeste ha aparecido viñedos en lugares tan raros y distantes como Varvarco, Buta Ranquil y Taqui Malal, a los que se le suma Chos Malal. Sobre el Limay, cada vez son más los proyectos sobre el eje Plottier – Senillosa – Picún Leufú. Sobre la cordillera sur de la provincia, se destacan los proyectos sobre el lago Hermoso y Chimehuen, ambos muy próximos a San Martín de los Andes. 

Si hay una provincia que merece especial atención es Chubut, porque con sus escasas 90 hectáreas plantadas (80 de ellas en la última década), es la que más diversidad está aportando. Desde los viñedos cordilleranos, ubicados en el valle de Trevelin y en la comarca del paralelo 42 (aquí, compartido con Río Negro), pasando por la meseta central en Sarmiento, los viñedos del a lo largo del increíble valle de río Chubut (Guajaina, Paso del Sapo, Los Altares), los experimentos sobre las costas del atlántico (Comodoro Rivadavia, Bahía Bustamante y Puerto Madryn), o las viñas más antiguas de la provincia, a lo largo del valle inferior del Chubut y sobre el eje Dolavón – Gaiman -Trelew. 

Por último, la vitivinicultura todavía no encuentra sus límites dentro del territorio nacional. En Santa Cruz existe desde hace tres años un ensayo en Lago Posadas, sobre el paralelo 47,5. En los últimos tres años surgieron dos proyectos en Santa Fe y otro en Santiago del Estero, lo que deja un saldo de 19 provincias de un total de 23 con viticultura desarrollada. Sólo restan Formosa, Chaco, Corrientes y Tierra del Fuego y en tres de las cuatro es absolutamente posible plantas vides. Será cuestión de tiempo.

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