NIETO SENETINER, historia en movimiento


“Ni las rocas, ni el lenguaje, ni lo más sólido del mundo, siguen siendo los mismos a través del tiempo”.

Dicen los científicos que cada siete años cambiamos todas nuestras células, todo lo que fuimos se vuela por el aire, se va en el viento, se diluye en el oxígeno que respiramos. Y sin embargo ahí estamos, siendo las mismas personas que somos, aún sin una sola célula de nuestro pasado, aún sin vestigios ni rastros de nosotros mismos, somos nosotros mismos. 

La historia siempre hace el ejercicio de contar nuestra identidad para no perdernos. Elige y cuenta. Nos hemos dicho durante años que éramos un país vitivinícola, lo somos, pero pocas veces miramos nuestras partículas en el aire para entender del todo lo que eso significa. Algunas partes de esa historia ya no existen y sin embargo nos siguen conformando como identidad, nos hacen creer en nuestro nombre, porque sin duda la Argentina es vino, y el vino es la Argentina.

Nieto Senetiner es un buen ejemplo de esas historias que se modifican a través del tiempo pero que no diluyen su identidad sino que en el cambio la van constituyendo. Con un largo camino recorrido dos puntas de un mismo nombre. En un extremo de la línea un grupo de inmigrantes italianos plantan los primeros viñedos en Vistalba, Luján de Cuyo, Mendoza, en el año 1888. Del otro lado de la historia, transcurre un 2020 pandémico y Santiago Mayorga, enólogo de nueva generación, mira el largo recorrido, diseñando nuevos senderos por donde transitar. No es tarea para cualquiera. 

“Tuve la oportunidad de ensayar con muchos varietales nuevos, experimentar distintas gamas de vinos, construir mi equipo de trabajo y aprender a manejar multidimensiones”, dice Santiago, marcando una de las claves de la innovación y de la constante búsqueda de la bodega.

Multidimensiones: No perder la capacidad de ver un mismo tema desde muchos puntos de vista. Una llave para el movimiento. Cambiar la mirada, correrse del lugar. Desde la Fenomenología de la Percepción de Merleau-Ponty, la inteligencia de los seres humanos no consiste tanto en la capacidad de almacenar datos, sino en la capacidad de mirar desde múltiples ángulos un mismo objeto. Eso nos da, no sólo la comprensión del objeto, sino la posibilidad a nosotros mismos de constituirnos en seres más complejos, salirnos de nuestro punto de anclaje y encontrar más respuestas, y más preguntas.

En 1969, la familia Nieto Senetiner compró la finca que los inmigrantes italianos habían levantado como bodega y comenzaron a escribir esta larga historia de crecimiento y desarrollo. A partir de 1998,  Nieto se convierte en parte del grupo de bodegas de la familia Pérez Companc, teniendo como objetivo ser referente del vino nacional, sin perder la constante evolución que los caracterizaba.

“Lo que creo, como parte de esta nueva generación de enólogos,  es que nos caracteriza una fraternidad de compartir experiencias y eso nos enriquece. El respeto por la diferencia. Siento que eso aporta a la diversidad y hay una gran riqueza de estilos, siempre con calidad” - y completa Santiago - “hay muchos desafíos pendientes. La verdad quiero seguir explorando en zonas locales e internacionales, en tipos de vinos como el naranjo, en varietales no conocidos y en los de siempre pero con otro approach. Si tuviera la posibilidad  me gustaría hacer vino en otras partes del mundo como Borgoña o Nueva Zelanda”.

Santiago comenzó su relación con el vino siendo muy pequeño. Nacido en Mendoza con su padre Ingeniero Agrónomo, visitaban todo tipo de viñas en las vacaciones de verano. Sin saberlo, un niño que tan solo recorría de la mano de quien admiraba, suelos que luego reconocería en calicatas y estudios. Respiraba desde entonces el vino que años más tarde saldría de sus manos, y sin saberlo se iba convirtiendo en lo que es hoy,  uno de los enólogos más influyentes del país.  Hoy los suelos que respira son los de los terroirs: Don Nicanor, Nieto Senetiner, Emilia, Fran y Benjamín.

“La autenticidad de un vino arranca en el viñedo y termina en la botella después de todo el proceso de elaboración. El terroir es la conjunción de tres factores: Material vegetal, Factor Humano y Clima. Creo que la combinación de esa infinidad de variables hace a un vino auténtico, diferente, único e irrepetible, siempre relacionado al lugar de donde proviene y a la persona o equipo que lo elabora. ¡Detrás de cada Nieto hay un gran trabajo en equipo con conocimiento, pasión y ganas de cada día por hacer las cosas mejor!”.

Pero no es casual que él sea la cara de la nueva generación de una bodega emblemática. Hoy los frentes son múltiples y en la multiplicidad a veces es difícil hacer foco. Santiago reúne las dos cosas, las ganas de hacer algo nuevo con la paciencia y el respeto por lo ya realizado. Con 130 años de historia, Nieto Senetiner tiene tres pilares en su filosofía: Tradición renovada: buscando constantemente nuevas propuestas, estilos y tendencias. Valor de las regiones: se busca la mejor expresión en cada lugar, siendo Luján de Cuyo la región insignia y el Rescate de variedades históricas: con viñedos de más de un siglo de antigüedad, y propuestas como Bonarda, Semillón y Malbec.

¿Qué otras cepas crees que se destacan en Argentina, además del Malbec? ¿Qué estilos te gustan más?-“Hoy creo que se destacan muchas variedades. Puedo decir que en tintos: Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir y Petit Verdot. En blancos el Chardonnay y Semillón, y cortes de blancas. Disfruto de todos los vinos sanos,  con lo cual puedo disfrutar de todos los estilos de vinos en diferentes ocasiones. Pero últimamente hablando de tintos me he inclinado más por vinos más livianos, con mucha intensidad aromática y acidez vibrante. De vez en cuando disfruto también de vinos más potentes y estructurados. Sí puedo decir que disfruto mucho los blancos y trato de impulsarlos, ya que creo que con la comida son una gran combinación”.

La palabra tradición e innovación ya no son contradictorias, hoy las bodegas entienden que no hay forma de perdurar en el tiempo sin adaptarse, y que eso no significa acomodarse únicamente a lo que el mercado pide, sino que es una tensión constante entre lo que el terroir ofrece, la interpretación, la búsqueda de la identidad y lo que a la gente le gusta beber.

“Innovación para mí se basa en dos formas. La primera es no romper estructuras sino explorar, y luego implementar pequeños cambios que hagan la diferencia. La segunda es buscar algo completamente distinto y sería explorar caminos menos conocidos como varietales, técnicas de elaboración, conceptos de maduración y cosecha, regiones distintas, concepciones o cortes diferentes. Sinceramente siento que en Nieto hemos trabajado en equipo de bodega y viñedos para lograr aportar frescura y actualidad a la marca y a los vinos”.

¿Y cómo te gustaría que los sommeliers comunicaran a Nieto Senetiner? –“Siento mucha cercanía de los sommeliers hoy día con los productores, se han ido acercando a los viñedos. Me gustaría que los sommeliers hablen de nuestros vinos como vinos con intensidad aromática, con frescura, con autenticidad e  impronta de las personas que lo hacemos. Con elegancia y armonía en boca siendo de taninos suaves y jugosos. Siento que un vino en relación a su gama siempre debe ser elegante, complejo y equilibrado. Además que hagan honor al varietal, la región o el concepto que pensemos tras esa etiqueta”.

Don Nicanor, la expresión más alta de la bodega. Encarna todo el expertise. Nieto Senetiner Reserva, la línea representa vinos de alta calidad, que buscan expresar la tradición argentina. Nieto Senetiner, ya una marca símbolo de vinos elegantes que  conjugan tipicidad varietal y el uso de la madera. Emilia, vinos frescos para compartir con los seres queridos. Fran, un vino para conquistar a los jóvenes. Benjamín,  ya es un clásico cercano en muchas mesas. Grand Cuvée, espumantes sofisticados. Espumantes Nieto Senetiner, cuidadosamente elaborados, elegantes y de calidad superior. Espumantes Emilia, la propuesta joven en espumantes.

Modificarse y seguir siendo los mismos. Un motor que no se detiene. Las ganas no se compran en el supermercado de la esquina, son siempre una bendición. Tener ganas de algo es sumamente algo precioso, austero y delicado. Las bodegas con ganas en Argentina son nuestro tesoro. En días donde lo que deliberamos es nuestra ética profesional, cómo hablar, cómo decir las cosas; donde todos sabemos que algo anda mal en el mundo pero nadie tiene demasiado claro de qué manera mejorarlo. Empezar por pensar en nuestro lenguaje, que crea la realidad en que vivimos,  no es un mal comienzo. Modificarse es para algunos un signo de madurez y para otros una piedra en el zapato que desean con fuerza quitarse. El equilibrio de modificarse siendo las mismas personas sólo se logra con una mirada introspectiva, con una búsqueda personal de lo desconocido hacia adentro, el universo desconocido que somos. El tiempo observará pero no podrá darnos la libertad que le pedimos, el tiempo solo acompañará cada paso, pondrá filtros de colores, pondrá distintas músicas, distintas compañías, pero no nos sacará del apuro. El viaje le corresponde a cada uno, y más vale llevar vino en el bolsillo. Es el deseo al que hay que observar de cerca, porque no lo manejamos, porque nos cuenta una parte de quiénes fuimos, una parte de quiénes somos, y una parte de quiénes seremos. Aún si ya no queda ni una sola célula de nosotros mismos. La identidad es invisible a los ojos.

Por Mariana Gianella

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