Editorial: Perfilando el camino


Por Matías Prezioso 



El camino del aprendizaje nunca se acaba, pueden existir hitos que marcan etapas, pero la realidad es que se va construyendo continuamente.  Cuando Martín Bruno, Valeria Gamper y Stefany Paiva esperaban los resultados del concurso Mejor Sommelier de Argentina allá por octubre del 2017, estaban haciendo sólo un alto en el camino recorrido:  fue para ellos una sumatoria de momentos, de vivencias y experiencias que fueron buscando para adquirir más conocimientos dentro de su profesión. 


Cansados seguramente de tanto estudiar y emocionados por haber llegado tan lejos con mucho esfuerzo, comenzaban un nuevo tramo en este camino de formación durante el cual nuevas expectativas y más estudio los esperaban por delante.


Y es que decidir anotarse en un concurso es realmente iniciarse en un recorrido de experiencias totalmente desconocidas e inmensas expectativas profesionales. Los sommeliers aspirantes entran en una vorágine por conocer, por aprender temas sobre los que jamás se les hubiera cruzado por la cabeza estudiar. El sommelier, como ya sabemos, no puede cerrar un libro cuando lo ha terminado de leer y decirse “listo, ahora sí sé todo sobre este tema”.  El día a día del vino en general y del sommelier en particular se presenta como un desafío periódico: nuevos sabores, nuevos olores, nuevos colores, nuevas regiones, nuevos productos, todo es nuevo; y prepararse para un concurso es el disparador ideal que le permite buscar todo lo nuevo que el mundo del vino tiene a su disposición. Un inmenso tesoro por ser descubierto.


Lo bueno también de los caminos es que siempre hay gente con la cual nos relacionamos, aquellas personas que acompañan a los concursantes para ayudarlos a perfeccionarse y que con su enriquecedor aporte los contienen y encausan. Pero además de esos Lazarillos, están y siempre estarán los colegas, aquellos con quienes pueden compartir todo lo que les pasa y con quienes sin siquiera haberse visto antes ya tienen una especie de vínculo mágico. 


Y así, con esta sumatoria de sensaciones, llegará el día en que se abrirá una puerta y deberán concursar, y dar lo mejor de sí, poner en práctica todo lo que han aprendido. Y lo harán con el nerviosismo propio que generan las pruebas, mezclado con las ansias de demostrar el conocimiento adquirido y con las cosquillas que surgen de pensar en el abanico de oportunidades profesionales que puedan surgir.


Éste es el perfil del sommelier que compite, una mezcla diaria de experiencias múltiples que acompañan hasta la competencia y que los hace crecer profesionalmente casi sin darse cuenta, pero que una vez pasado el concurso, habrán sido valoradas como un todo enriquecedor: un nuevo alto en la huella para luego seguir andando y conociendo. 


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