Por Valeria Trápaga
¡Y Si!... definitivamente y de manera extraña había un solo lugar en el mundo donde este árbol salvaje que podía llegar a medir hasta 18 metros, podía crecer, un lugar con clima amable, tierra fértil colorada con buenos niveles de humedad, nutrido sol, fecundas lluvias, espesa vegetación, cursos de aguas subterráneos y un toque de misterio.
La yerba mate crece solo en parte de Brasil, Paraguay y en Argentina en la Provincia de Misiones y en parte de la Provincia de Corrientes, solo en estos lugares las condiciones son óptimas para ser cultivada y expresar todo su potencial.
Es solo aquí en el territorio Sudamericano, en el corazón de la cuenca del plata, donde este gran descubrimiento les iba a marcar su destino y a nosotros nos iba a dejar nuestro sello como patrimonio cultural. El tomar mate nos representa y nos identifica a través de un hábito que sigue revelando día a día su poder de trascender, y la yerba mate con sus poderes sanadores nos acerca hacia ella cada vez más.
La yerba mate posee una gran cantidad de antioxidantes, entre ellos el ácido clorogénico (polifenol de gran presencia) y los taninos que provienen del metabolismo de la planta (tipo de flavonoides poli fenólico que organolépticamente son amargos y astringentes).
Gracias a la presencia de estos complejos antioxidantes, el consumo de la yerba mate de buena calidad colabora con su poder anti-age en la prevención del envejecimiento celular, retardando y evitando el daño oxidativo, los procesos inflamatorios y degenerativos.
La yerba mate es única, exótica y sanadora, es más antioxidante que el té verde, que la vitamina C y E.
Las propiedades más destacadas de la yerba mate son: