Jardín Altamira


   Se trata de Jardín Altamira, la cual honra la memoria de Alan York, especialista en biodinámica, pionero de la agricultura natural en California y asesor de la bodega, quien fue nuestro mentor en el camino hacia una agricultura holística,  dejándonos como legado la firme creencia de destacar el valor de la vida en el suelo.

   El proyecto Jardín Altamira es una apuesta a futuro, un acto que requirió tomar riesgos y estar preparado para afrontar sus consecuencias. Se trata de 55 hectáreas de terreno agreste ubicadas dentro de la apelación de Paraje Altamira, reconocida por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) como una Indicación Geográfica de Argentina, distinguiendo las características de su tierra, únicas para el cultivo de la uva y la producción de vinos de alta calidad. Es una región pequeña, fresca y ventosa ubicada a 1.105 m.s.n.m., en la esquina suroeste del Valle de Uco, a un tramo de distancia del cordón nevado de la Cordillera de los Andes, sobre un depósito aluvional de enormes rocas. Actualmente es considerado como uno de los «Grand Crus» de Mendoza.

   Este viñedo fue plantado sobre tierra salvaje, en un área seleccionada donde nuestros especialistas en Terroir descubrieron suelos súper calcáreos y parcelas pedregosas con un 7 a 10% de caliza activa. De la totalidad del terreno se plantaron 32 ha, para adecuar la tierra de la mejor manera. Al ser tan pedregoso el terreno, fue necesaria una preparación muy costosa, con el fin de liberar de piedras un porcentaje de suelo suficiente que permitiera el crecimiento y desarrollo apropiado de las raíces. Los montículos de piedras blancas y cantos rodados visibles actualmente alrededor de la propiedad son el testimonio mismo de este arduo trabajo. La presencia de estas rocas posee un gran valor, ya que al contener una enorme cantidad de carbonato de calcio le dan a nuestros vinos su energía y fineza.

   El viñedo fue concebido con un concepto innovador de biodiversidad, desarrollado para destacar el Terroir en su forma más pura. Está organizado en pequeñas parcelas por unidades: 22 por ha, menos de 1,5 ha en promedio, cada una con un sistema de irrigación independiente, utilizando agua natural de manantial proveniente de la Cordillera de los Andes. Fue cultivado orgánico desde el principio, utilizando humus de lombriz para activar los procesos biológicos del suelo. El diseño de las parcelas refleja las distintas unidades de suelos (el método de clasificación de Pedro Parra fue aplicado con el fin de dividir y comprender mejor estos micro-Terroirs) y sólo un 60% del terreno posee viñedos.

   Para delimitar las parcelas fue necesario realizar un estudio de la conductividad electromagnética del suelo a 0,75 cm y 1 mt de profundidad, logrando así identificar zonas con características de suelo similares. A esto se sumó el análisis de más de 50 calicatas en la finca, que permitió zonificar y clasificar los distintos micro-Terroirs presentes y así definir qué estilo de Malbec del portafolio de Altos Las Hormigas se lograría con cada uno. El suelo ideal debe tener un perfecto balance de piedra caliza y tierra. Todas las parcelas están entremezcladas con flora nativa, para romper con el monocultivo e invitar a todas las especies salvajes a poblar la zona. Alentamos esta coexistencia ya que consideramos que las especies de flora nativa son un componente crucial del Terroir, ocupando un lugar importante en la impronta aromática de un vino. De esta manera apuntamos a alejarnos de las típicas notas de frutas rojas y flores que presentan los vinos de la variedad, para acercarnos a notas más austeras y minerales, que provienen del entorno del viñedo y del suelo calcáreo de Altamira.

   A continuación se eligieron y colocaron los palos que conducen los viñedos, en este caso postes de madera de algarrobo natural con corteza y sin tratamiento químico, una madera de gran duración. En total se plantaron 32.000 postes, y solamente para plantar el nuevo viñedo se requirieron 12 semanas. Luego se trabajó para mantener el suelo con la humedad adecuada para evitar que se deshidraten las plantas. El correcto funcionamiento del sistema de riego es fundamental, dadas las condiciones climáticas de Mendoza. También fue importante mantener al cultivo libre de las malezas que competían con las pequeñas plantas, tanto por el agua como por la luz, y protegerlo de enfermedades y plagas, principalmente de las hormigas que causan gran daño al cortar yemas y hojas.

   Tomar un campo inculto y hacer de él un viñedo próspero no es una tarea fácil; requirió del esfuerzo y dedicación de todo el equipo de la bodega para superar los obstáculos que se presentaron desde el principio. Ha sido muy satisfactorio ver cómo lo que inicialmente fue solo un proyecto en un papel, con el cual soñamos por más de 5 años, tomó finalmente forma y se convirtió en la finca que habíamos anhelado por tanto tiempo: un viñedo único en América, con un diseño que complementa la viticultura y la biodiversidad natural de la zona, representando la tercera revolución que Altos las Hormigas está aportando al mundo del vino argentino, después de la apuesta al Malbec en 1995 y el Proyecto Terroir en 2007.

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